17/3/10

Diario de Nadie: Me cuesta tanto olvidarte

La cara vista es un anuncio de Signal, la cara oculta es la resulta, de mi idea genial de echarte. Me cuesta tanto olvidarte. No sé porque lloro, supongo que será la canción. Sí, sólo es por eso, por la cancioncita. ¡Es que ese piano se clava!. Puñeteros Mecano, benditos Mecano. ¿A quién le doy explicaciones? ¿A quién estoy intentando engañar?
Foto: LuOlalla

Olvidarte me cuesta tanto, olvidar quince mil encantos es... Bueno, quince mil, quince mil, tampoco es que tuviera tantos. ¡Quince mil defectos diría yo! ¿Y entonces por qué lloras? Por él. No serán quince mil, pero tenía unos cuántos eh, y me encantaban. Esa forma suya de pronunciar las pes, por ejemplo. ¡Eso te sacaba de quicio, imbécil! Pero le hacía especial. Le echo de menos. No le echas de menos, él no te echa de menos. ¿Tú crees? No es que lo crea, es que te lo ha dicho. Pues pienso que es mentira. Eso eso, piensa tú, que él no parece hacerlo mucho. Venga va, ¡a cantar!. Cómo aquella noche, con la nana. ¡A cantar, pesada!


Y aunque fui yo quién decidió que ya no más (No fuiste tú, fue él. Eso es mentira y lo sabes. Sabes que lo provocaste tú. Pero yo no quería... Sí, sí que querías, aunque no lo supieras. ¡No quería, de verdad! Para ti la perra gorda.) y no me canse de jurarte, que no habrá segunda parte ( ¿Quieres? Puede ser. ¿Puedes? No creo. ¿Entonces? Pues entonces... ¡no quiero!. ¿Ni siquiera lo vas a intentar? ¡No quiero!. ¡No confías nada en tí, eh! ¡Qué no quiero!. Sí quieres... No quiero, sí quiero, pero... ¡No quiero!) me cuesta tanto olvidarte. ¿Pero tanto te cuesta? ¡No sabes cuánto! Pues no lo parece. Bueno, a lo mejor no tanto. Es lo normal, supongo. Pero si la otra noche te fuiste con... ¡Chist!. Y el otro día estuviste... ¡Hay que mirar para adelante!. ¿Entonces? Entonces, me cuesta tanto olvidarte... o no tanto.


5/3/10

Diario de Nadie: Sin noticias de Chile

Sonreía, como siempre. Pero esta vez, su sonrisa estaba enturbiada por los nervios, la desolación, la impotencia, la rabia y la incertidumbre. Su sonrisa no era más que la prueba vívida de que ya no le quedaban más lágrimas. La miré y fui directamente a abrazarla.


-No sé nada, no sé nada de ninguno... - me dijo susurrando y sin fuerzas al oído. Por un momento le cedí mis ojos, la dejé que llorara a través de mi cara y pude sentir, de ese modo, toda la frustración retenida en su pequeño cuerpo.



M. LobosLeón (Perú)


Se llama Concepción en honor a su tierra, me lo contó una noche, entre copas, mientras bailábamos al ritmo de cuecas. La conocí como quien no quiere la cosa en el bar de abajo. De la manera más simpática me estuvo hablando sobre su emigración, su boda, su trabajo, la suerte que siempre la ha acompañado y su gran pasión y añoranza... Chile.



Hoy la he vuelto a ver, con gran alegría me ha contado que, afortunadamente, sólo ha muerto su hermano mayor. El resto están a salvo, vigilando, armados, las ruinas de lo que antaño fue el rancho familiar. No puede salir de mi mente la picardía con la que me ha contado, entre risas, que su hermana la tranquilizó diciendo: '¡Hemos salvado la taza del váter! He puesto sábanas para taparlo. Así no tenemos que hacerlo en la calle, como el resto'. Me ha comentado, también, que tardarán más de dos años en reconstruir los daños, que el gobierno chileno les va a ceder viviendas prefabricadas para vivir de manera temporal y que ya se están preparando para el duro invierno. Sin mayor importancia, ha desviado el tema y me ha preguntado; 'Y tú, ¿qué tal estás?' Y recordando una a una mi escala de preferencias en la vida, teniendo en cuenta que aquellos que forman parte de mi vida, los que quiero, los que conforman el compendio de 'mi gente' están bajo un techo con calefacción, he respondido enérgicamente... '¿Yo? Yo no podría estar mejor'.

Se ha despedido de mí, me ha dicho que va a mandar todos sus ahorros a su familia, que va a dejar de fumar y que a partir de ahora, los cafelitos serán un lujo para ocasiones especiales. No sé cuando volveré a verla, pero de momento, el café lo he pagado yo. De ese modo, a lo mejor, puedo limpiar mi conciencia y engañarme diciéndome que ya he ayudado a los damnificados del terremoto de Chile.